7.12.07

Luciana Salazar (segunda parte)

Luciana Salazar tuvo buenas intenciones, pero nuestros periodistas Martín y Leonardo no pudieron dominar sus hormonas y le tocaron los pechos.


“Nene, salí del baño que hace dos horas y media que estoy esperando para bañarme”, le dijo la madre de Martín a Martín, quien estaba dándole duro y parejo a la manopla, liberando hormonas para poder llevar a cabo la entrevista a Luciana Salazar sin tocarle una teta.

Leonardo, en cambio, fue mucho más... ¿cómo decirlo? ¿Intimista? El muchacho tiene prohibido quedarse más de cinco minutos en el baño, y mucho menos llevar una revista a ese recinto del demonio. Por lo tanto, juntó lo ahorrado durante cinco años y se fue hasta un telo. Solo, obvio. Allí se metió en el jacuzzi, lo llenó espuma, después se pegó un baño en la ducha romana, se acostó en la cama, abrió un preservativo, lo infló e hizo un globito, prendió el canal porno y le dio duro y parejo al viejo arte de la masturbación.

Sí, digámoslo con todas las letras, porque los jóvenes de hoy también se masturban. No todo es PlayStation y rocanrol. También existe la paja. Tratemos este tema, que tanto nos preocupa a los latinoamericanos.

A pesar de los denodados esfuerzos que hicieron Martín y Leonardo para no tocarle un pecho a Luciana, las cosas no terminaron lo que se dice bien. Más bien terminaron mal. Más mal que bien, o sea bien para el culo. Todo mal. No, no todo. Pero... bueno, continuemos con nuestro relato.

La entrevista estaba pactada a las 12.35 de la noche, en un bar en Palermo Harlem, donde Luciana prácticamente vive. No, en realidad vive en su departamento. Pero en ese bar parece que la chica tiene su tongo, y bueno... son cosas que no nos competen.

Justamente en eso pero sin el “com” ni la “n” final, venían pensando Martín y Leonardo cuando llegaron al bar. Luciana tenía un escote profundo que literalmente asustó a Leonardo, al punto de casi salir corriendo del lugar para ir de nuevo al telo y dedicarle una.

Por suerte, Martín tuvo un momento de madurez y lo frenó. “No, boludo, tenemos que crecer, boludo, no todo es sexo, boludo”, dijo. “También existe La Renga, que es una pasión, boludo”. Luciana los miró y le dijo a su manager: “¿quiénes son estos dos pendejos pajeros?”. “Ma' pendeja pajera será vo'”, dijo Leonardo, con toda la furia del mundo. Empezaron mal. Luciana estuvo a punto de levantarse e irse... a buscar un patovica para que los cagara a palos. “Boludo, esto a Rolando Graña no le pasa”, comentó Martín, y luego agregó: “señorita Luciana, nosotros no queremos faltarle el respeto, ocurre que somos vírgenes en el ámbito de la entrevista... y en otras ámbitos también. Si usted quiere hacernos el favor de brindarnos un buen debut... en el periodismo, no nos malinterprete.” A Leonardo casi le agarra un paro cardíaco: su amigo Martín había hablado mucho sin decir “boludo” ni una vez. Groso.

Luciana aceptó las disculpas, y Leonardo peló el machete. Primera pregunta: “¿es verdad que te gusta el sexo anal?”. Martín tuvo una erección. Luciana respondió: “sí, me encanta, sobre todo que me lo hagan los chicos con granos en la cara y que sean aspirantes a periodistas”. Y Martín no aguantó. Se paró (ejem), tiró la mesa al carajo, y con la lengua afuera se le abalanzó a la Salazar y le tocó el pecho izquierdo. Leonardo aprovechó la volteada y le pudo tocar el derecho.

El manager se puso como loco: sacó el celular y llamó directamente al Enano Groso, mientras unos patovicas agarraban de las cejas a Martín y Leonardo y les depilan los pendejos con una cuchara de acero inoxidable.

El Enano Groso, al enterarse del atropello cometido por sus pichones de periodista, llamó directamente a los padres de los muchachos y les dijo: “queridos padres, tutores o encargados: no quiero volver a sus hijos nunca más. Estoy dispuesto a pagarles una mudanza a ellos y a toda su familia, e incluso a cambiarles los nombres, con tal que no molesten más mis perspectivas triunfalistas. Si llegan aparecer en un diámetro menor a los 4000 metros de mi oficina, los mando a castrar por mis samurais. Desde ya, muchas gracias por su atención. Muy atentamente, Enano Groso, rey del Universo y alrededores”.

Y sí, la triste verdad asoma: ya perdimos a Toti Chumpete, mandamos al Guachín a la selva chaqueña, y ahora se nos van Martín y Leonardo. ¿Quedará alguien para fin de año? Temor.

Luciana Salazar

Querida Luciana Salazar: si estás leyendo estas palabras, por favor te pedimos que tengas mucho cuidado esta semana. Dos púberes, astros en el onanismo, están buscándote.


“Del barrio me voy, del barrio me fui, voy dejando atrás todo el arrabal...”, cantaba Toti Chumpete, fanático de Daniel Melingo, acodado en un bar de San Telmo, tomando un Tetra.

En nuestra anterior entre(no)vista, les contamos cómo Chumpete renunció a la web y las consecuencias que eso trajo.

Queremos resaltar que desde Lauweb estamos tremendamente apenados por la partida de ese pilar del periodismo autóctono. Nos encontramos todavía conmovidos por su renuncia, tristes, apesadumbrados, dolidos, estupefactos.

Pero la vida sigue, y nosotros seguimos ¡pum para arriba! Que Toti Chumpete se muera de cirrosis. ¡Qué nos importa! Es más, ya casi nadie se lo bancaba en la redacción. Era un nabo pesadísimo, que lo único que hizo fue fracasar en cada entrevista, que quiso tener su sección, y cuando la tuvo la abandonó. Una verdadera lacra.

El Enano Groso apostó todo ahora a los pollos jeropas Martín y Leonardo. Los llamó para que fueran a verlo a su mismísima oficina. “Sí, boludo, te re juro, boludo, que el Jefe nos quiere hablar, boludo, por ahí nos quiere aumentar el sueldo, boludo”, dijo Martín. A lo que Leonardo respondió: “¿Pero vos sos medio boludo, boludo? Seguro que nos raja y nos hace violar por algún samurai, boludo”. “Uuuuh, es verdad, re pintó el bajón, boludo”, respondió Martín, “mejor vayámonos a nuestro casa con nuestros padres y no volvamos más, boludo”.

Pero como dice la Santa Biblia del Periodismo Facho, nadie escapa a la mano dura del Enano Groso. Todos somos juzgados a través de su impiadosa violencia. Martín y Leonardo lo sabían, y si no lo sabían se lo hicieron saber cuando un grupo de samurais armados con cuchillos Tramontina entró a la redacción y secuestró a los púberes periodistas al grito de: “San garán aichidooo, saján”, que en castellano quiere decir: “El Enano los espera, estúpidos, vamos ya antes que venga la hinchada de Chacarita y les haga un enema a los dos no sin antes llevarlos hasta el baño y hacerles la famosa lluvia marrón”.

Martín y Leonardo fueron custodiados, entonces, hasta la oficina del Enano. Pero cuando llegaron no estaba el Enano tras el escritorio, sino la Jefa de Redacción conocida como La Vieja. “El señor Enano Groso es demasiado groso como para recibir a dos estudiantes repletos de acné”, dijo mientras se clavaba una bola de fraile mojada con Taí de pomelo. “La voy a hacer corta: nos quedamos sin personal y no estamos dispuestos a contratar a nadie, por lo tanto ustedes dos tendrán que hacerse cargo de las entrevistas. Su primera misión es conseguir una nota con Luciana Salazar. No pongan esa cara de jeropas. No van a ver sólo una tetas, también verán una cola. Y tomen: llévense mi celular con cámara para sacar fotos. Sí, tal es la confianza que les tengo. Ahora vayan a por Luli”.

Los dos polluelos admiradores de Rolando Graña (“Rolando es lo más, boludo”, dijo Martín cierta vez) fueron corriendo al baño y se descargaron flor de manopla con todas las fotos de Luciana que tenía guardadas en una carpeta.

“Ahora sí, boludo”, dijo Leonardo, “ya estamos listos para ser unos profesionales, boludo”.

La renuncia de Chumpete

Tremendas, terribles, espantosas, asfixiantes, horripilantes, paupérrimas noticias tenemos para darles: se nos fue Toti Chumpete. No, no murió: renunció. Dolor.


A usted, señora Lita de Lázari, nuestro Enano Groso, neoliberal máximo de este universo lleno de piojosos obreros, la hace máxima responsable de la renuncia del ilustre Toti Chumpete.

En nuestra anterior entre(no)vista, pudimos recuperar al señor Chumpete pero un nuevo fracaso tumbó su carrera en Lauweb de una vez y para siempre. El mismo Mariano Bondiola derramó una lágrima. El Guachín le aulló a la luna en medio del bosque chaqueño. La Vieja dijo en silencio: “Toti, tú has sido mi amor, no hay Kevin Federline que valga; cuando mi dorima murió y quedé viuda, tú me has consolado. Oh, sí. No te olvidaré. Pasá por ventanilla que te pagamos tu último miserable cheque y no pidas indemnización ni nada por el estilo”.

Cuando el Enano Groso se enteró de la determinación de Toti Chumpete, se subió al 60, mató al conductor, se sentó a conducir y pisó a dos o tres viejas que cruzaban la calle.

Se fue hasta Escobar, se metió en una casa, tuvo cautiva a toda una familia (siempre con la ayuda de los samurais asesinos), y luego, mientras defecaba en el baño, con la mirada en el piso, dijo: “Toti Chumpete, yo nunca te conocí en persona, nunca tomé un whisky con vos, pero si te llego a cruzar alguna vez te embadurno el upite, te siento en la punta del Obelisco, para después pasearte en cuatro patas por la Plaza de Mayo al grito de: 'acá está, este es, el culpable de que suba el tomate y el zapallo anco', después te ato frente a la Catedral y hago que, uno por uno, todos los granaderos te metan por la garganta sus sables... y eso para empezar”.

Emotivo, ¿no?

Sólo Martín y Leonardo, los púberes pasantes de este medio, se comunicaron con Toti Chumpete para expresarle solidaridad. “Sí, boludo, aguante el consumismo”, dijeron. “Ah, no, el comunismo, boludo”, se corrigieron al instante. A lo que Toti les contestó, vía messenger: “Mi tolerancia tiene un límite, y ese límite se llama La Virgen de Lujan. Yo he visto la luz, yo he mirado más allá, yo... yo... yo he conseguido otro laburo donde me garpan más y no hay un Enano estúpido con samurais represores que nos mandan al fracaso continuo. Y además, he descubierto al Señor... al Señor kiosquero de la vuelta de mi casa, que me consiguió un laburito atendiendo el puesto de chipá y churros.”

“¿Pero porqué renunciaste, boludo?”, preguntó Martín (o Leonardo). “Se los acabo de decir, ignorantes borregos. ¿Están escuchando, oh amables estudiantes, o le están dando duro y parejo a la matraca?”.

“No, te re escuchamos, boludo, pero no nos queda claro, o sea... ¿porqué te bas, boludo?”.

“Primero, 'vas' es con V corta. Segundo, llamen a Susana que por ahí se ganan un televisor o una plancha. Sí, estoy siendo irónico”.

Esas fueron las últimas palabras del célebre cronista, cuasi artífice de esta sección. Hoy no hay entrevista, no hay nada: sólo silencio. Vacío. Con papas al horno. Dolor. Chorizo. Pancho con papitas. Eso hay. Nada más. Se nos fue Chumpete. El futuro de esta sección tambalea. Temor.

Lita de Lazari

Volvió el que sabe. Sí, recuperamos a Toti Chumpete. Alegría, alegría. Y para que entrara en calor lo mandamos a una misión cuasi imposible: entrevistar a Lita de Lázari.


Y un día el Enano Groso lo llamó al Guachín y le dijo: “Nos encontramos en el bosque chaqueño”. Y el Guachín respondió: “¿dónde queda eso, gatu?”. A lo que el Enano respondió: “no se haga problema, oh empleado en negro: nosotros mismos lo llevaremos en helicóptero”. A lo que Marco Antonio respondió: “uh, re pintó”. Así fue que el Guachín llegó al Impenetrable y fue abandonado a su suerte.

“Uno menos”, dijo el Enano cuando se enteró que el plan para deshacerse del ex cumbianchero estaba concluido. “Ahora tenemos que traer de vuelta a Toti Chumpete”.

La búsqueda fue ardua: no quedó bar ni telo sin revisar. Cuando finalmente lo encontramos en tercer cordón del conurbano, Toti sentenció en plan existencial: “oh, amada tierra, amado barro, dime cómo hacer para levantarme cual ave Fénix, cual gato Felix, cual Tweety escabiado, para volver a trabajar. Sí, necesito trabajar. El hombre que no trabaja se transforma en un animal. Yo he visto el infierno y he vuelto para contarlo. Oh, oh, oh, soy el gran Toti Chumpete, vine para resurgir de las cenizas. Guarda la tosca.”

El mismísimo Enano Groso junto a nuestra jefa y editora La Vieja lo recibieron a Toti. “Todo muy lindo”, dijo esssssta, “pero ahora tienes que trabajar y por eso tu primer entrevista será a la distinguidísima señora Lita de Lázari. Sí, porque la papa y el tomate están muy caros.”

Toti se clavó una berlinesa y se fue sin chistar a cumplir con su deber. Era otro hombre, había descendido al infierno y había vuelto para contarlo... sí, ya sabemos: eso lo acaba de decir el mismo Chumpete en la frase de arriba. Pero bueno, lo cierto es que estuvo en el infierno y volvió para contarlo.

Como dijimos, estuvo en el infierno. Y volvió. Para contarlo. Además, era otro hombre. En realidad no, era el mismo: Toti Chumpete. Pero estaba cambiado: la experiencia infernal se notaba en su rostro cuajado por el dolor.

Antes de cumplir con su deber se fue caminando hasta Luján. ¿El Toti es creyente? No: en realidad no tenía un peso para el bondi y tuvo que ir caminando para cobrar una deuda. En el camino a Luján se cruzó con Lita.

Sí, no nos pregunten cómo... bah, sí, pregunten, porque sino no podemos seguir. ¿Listo? ¿Preguntaron? Bueno, la cuestión es que a la mitad del camino el Toti se nos cansó y empezó a hacer dedo. ¿Y quién paró para llevarlo? No, Lita de Lázari no. Lo llevó un camionero que intentó violarlo y no pudo. No pudo porque Toti se ofreció solito a tener sexo. En fin, el hombre (o sea, Toti) está confundido. Recuerden que estuvo en el infierno y volvió para contarlo. De hecho, dentro de unos meses saldrá a la venta el libro de Chumpete intitulado: “Estuve en el infierno y volví: para contarlo”. La cuestión es que después de tener relaciones sexuales con un camionero, Toti fue arrojado violentamente desde el vehículo por esssste. Compungido, tirado en medio de la ruta, Toti vio una imagen acercándose desde el horizonte: era Lita.

Las palabras de Chumpete fueron las siguientes: “oh, señora Lita, a la cual tanto he estado buscando en mi corazón, ven a mí y concédeme una entrevista”. A lo que Lita respondió, bañada en lágrimas: “¿Y vos quién sos, pibe?”. El Toti respondió: “Soy Toti Chumpete, el hombre que fue al infierno y volvió para contarlo. Usted ha venido a rescatarme, señora: no existen las casualidad, sólo las causalidades. Y el Pato Donald, que también existe.”

“No”, respondió Lita, “el Pato Donald son los padres. Y yo estoy acá por otras razones: me dijeron que hay una verdulería muy barata en la zona”. Y la señora menemista se fue, al grito de “¡que vuelva el que sabe!”, dejándolo solo a Chumpete, desangrándose.

Nuestro recuperado periodista (el que fue al infierno) miró al cielo (y volvió para contarlo) y exclamó: “oooooooooh, dame un laburito, Señor, yo sé que Tú existes... bah, en realidad no lo sé, pero estoy acá más solo que perro malo y no tengo nadie a quién hablarle. Por favor, el periodismo no es lo mío, yo quiero tener un maxikiosko, una remisería, algo así. Por favor, Señor, si es que existes dame una señal ahora”.

En ese preciso momento una luz se vislumbró en el camino: era el camionero violador que volvía a buscarlo al Toti para pintarle los labios y llevarlo a vivir en un rancho en Catamarca. Temor.

Soda Stereo (segunda parte)

Una pregunta que nos conmueve y nos hace reflexionar a todos los argentinos: Soda Stereo... ¿tiene aguante? El Guachín, nuestro cronista estrella, tiene la respuesta a semejante interrogante.


En nuestra entre(no)vista pasada, mandamos al Guachín, nuestro cronista cumbianchero, al recital de Soda Stereo a ver si conseguía una nota con Cerati o con Zeta Bossio o con la novia de Zeta Bossio. Se los adelantamos ya: no consiguió un carajo. Pero el fracaso fue doble: tampoco logró asesinar a Cerati. Ni a la novia de Zeta. Ni siquiera puedo agarrar un palillo de Charly Alberti. Pero vayamos paco por paco.

Lo primero que hizo el Guachín fue conseguir a unos cuantos piolas vagos para entrar al recital “de colado”. Muy PRO de su parte. Lo segundo que hizo fue pasar por un maxikiosko para hacerse unos billetes “para el paquito”, según nos contó. Lo tercero fue hacerse de alguna arma blanca “por las dudas”. Lo cuarto fue intentar morfarse un vaciopan. Lo quinto fue fracasar en ese intento de comerse un vaciopan porque sólo servían sushi en el recital. Lo sexto que hicieron fue tomarse un bondi hasta Caseros para comprar birra y superpanchos. Lo séptimo fue volver a tomarse el bondi para volver a River. A todo esto el recital de Soda ya había empezado. Lo octavo que hicieron el Guachín y sus amigos fue “arrebatar un par de celulare' y billete”, según sus exactas palabras. Lo noveno fue meterse a la cancha, en pleno recital, al grito de “el que no salta se la come”, “los Redó, los Redó, la puta que lo parió” y “Cerati es un puto”. Lo décimo que hicieron fue mearle la pierna a una señorita que estaba viendo el recital junto a su novio, un patovica de dos metros de altura. Lo décimo primero que hicieron fue clavarle un cuchillazo al patovica. Lo décimo segundo que hicieron fue salir rajando.

El Guachín volvió a la redacción sorprendido: “Loco, gatu, qué amargo en ese recital loco, y al Cerati careta ese no lo ubico, loco. Gatuuu, no tenían droga, ni se cagaron a cuchillazos, loco, re vigilante, loco... ademá', loco, eso' tipo hacían playba', porque no estaba el tecladito, loco, ni estaba la percusión, loco. Son re atrevidos esos guacho”.

Lamentable.

Soda Stereo

Rescatado de los festejos peronistas por el triunfo de Cris, el Guachín volvió a la redacción para entrevistar a Gustavo Cerati. O a Zeta. O a Charly Alberti O a Leo García, por lo menos.


“Uy, sí, gatuuu… Soda Stereo, sí, me re suena… son los del amor de música pajera, ¿no, loco? Sí, qué bardeá, loco. Si ese tema lo cantaba Néstor en Bloque, gatuuu… re flasheroooo… de música pajera… ¿que es qué? ¿música ligera? Nuuu, qué bardeá, eh, mirá que so’ atrevido… ¿cómo va a ser ligera la cumbia, papá? Ligera son las perras, la cumbia es lenta, es re fumona, jaja, gatuuuu… uuuuh, gatuuuu… dame más paco, papá”.

Así reaccionó nuestro cronista recuperado, ex cumbianchero y ex pastor colombiano, cuando La Vieja le dijo que tenía que conseguir una nota con Soda Stereo.

“Es lo que vende, la boludez que les gusta a los pibes y a los treintañeros que tienen plata y viven en Palermo SOHO”, le había dicho a la Vieja el Enano Groso, nuestro emérito y supremo Jefe.

“Mire, señor Guacho”, señaló la jovata ex secretaria mientras se tomaba un whisky mezclado con nafta súper, “mire, yo le voy a contar cómo es la historia: hace casi dos años que buscamos hacer una entrevista más o menos importante. Empezamos el año pasado queriendo expandirnos hacia el exterior, buscando figuradas internacionales. Fracasamos. Este año leímos un libro de Osho y bajamos el ego. Quisimos, pues, conseguir una nota con alguna estrella nacional. Y estamos fracasando. Usted, señor Guacho, es un excluido de la sociedad. Acéptelo. Lo único que le pedimos es que haga algo por la sociedad antes de ser abatido en un robo a mano armada. Ergo, que genere algún ingreso para el Enano Groso, que anda necesitando cambiarle el tapizado a uno de los diez Mercedes Benz que tiene. Concluyendo: vaya a ver a Soda Stereo a la noche y consiga la entrevista con Cerati. Si no la consigue, aunque sea arme un escándalo para que alguien nos lea. De última, lo asesina a Cerati y se convierte en el nuevo Chapman o algo así. Pero no asesine a otro a Soda, por favor, porque sería un fracaso total”.

Martín y Leonardo, púberes estudiantes haciendo una pasantía en nuestra redacción, se quedaron azorados cuando escucharon las palabras de la Vieja. “¿Viste, boludo?”, dijo Martín (o Leonardo, es lo mismo), “¿viste lo que le dijo la señora Vieja al Guacho? Al final acá aprendemos que todo lo de la facultad es mentira, boludo. Dediquémonos a cirujear y listo, boludo.” “Pero, boludo”, replicó Leonardo (o Martín), “boludo, no puede ser, boludo, o sea, tipo, vos escuchaste lo que dijo, está re mal, va re en contra de la ética periodística o sea… es matar a Cerati, boludo… no sé, se ve que esta Vieja es rolinga, boludo.”

Cuando llegó la noche y se hizo la hora del recital, el Guachín estaba perdido dentro de la Villa “La Esperanza Es Lo Ultimo Que Se Pierde Y Nosotros Ya La Perdimos Hace Rato Así Que Te Vamos A Hacer Mierda Si Entrás” , buscando un poco de poxirán para darse valentía y asesinar a Cerati.

“Loco, este es el sistema, gatu, que me pone entre la espalda y la pared… y te aprieta con la espada, gatu… ah, no, ¿cómo era? Bueno, loco, a mi me gusta De Música Pajera, gatuuuu, tiene una letra que me re identifico, re del barrio, loco”.

El Guachín se daba aliento a sí mismo. Y en el medio del éxtasis post-poxirán se dio cuenta: la única manera de no asesinar a Cerati era haciéndole una entrevista.

“Uuuh, loco, pensé en algo… qué mal”, se sorprendió el ex cumbianchero.

Hasta ahí llegan nuestras noticias sobre el trabajo exclusivo de Marco “Guacho” Antonio acerca del regreso de Soda Stereo. Este fin de semana, nuestro cronista intentará contactarse con la banda. Esperemos, por el bien de Cerati, que lo logre.

De última, fans de Soda, ya saben a quién echarle la culpa: a Dios.

Jorge Sobisch

Resumen de este loco y nuevo capítulo: la Vieja rescató a Mariano Bondiola del Borda mediante métodos poco santos, sólo para que se encontrara Jorgito Sobisch y Jorgito Asís. Temor neo facho.


La Vieja, nuestra ex emérita ex secretaria ex novia de Kevin Federline ex fan de Los Ramones actual Jefa de Redacción, se calzó una medibacha en la cabeza y con una barreta en la mano fue a rescatar a Mariano Bondiola del mismísimo Borda. Y lo logró. No fue fácil, pero lo logró.

Primero se intentó trepar por la pared, sin embargo cayó en la cuenta que se “resfalaba” (sic) y que “no hacía pie” y que “se le acalambraba la entrepierna” y que “hasta le tiró un ganglio cerca de la cachucha”.

Desesperados fueron los intentos de la nona, hasta que la guardia del hospital psiquiátrico la descubrió y la creyeron una “demente incontrolable”.

Por pura casualidad (“o causalidad”, según nos comentó luego la Vieja en medio de su sesión zen), le tocó la misma celda de Mariano Bondiola, que estaba en pleno delirio post empastillaje. “Que vuelve el Carlos”, repetía. “¡Vamo' Menem, vamo' todavía, loco!”.

No sabemos cómo, pero... Bah, sí sabemos cómo, pero es un tanto vergonzoso de contarlo. Sí, es verdad: nosotros ya traspasamos todos los límites del buen gusto, pero... Ok, la cosa fue así: la Vieja logró rescatar a Mariano usando sólo una palabra. Sí. Esa palabrita mágica empieza con P y termina con T. En realidad, termina en E. Y en el medio tiene otra E, entre la P y la T. O sea, sería la P, y luego la E, y después la T, y de nuevo la E.

Esa palabra se complementó con una acción, claro. Acción que dejó libre a ambos. ¿Y tanto esfuerzo, tanto salivar de la Vieja para qué? Para lograr una entrevista con Jorge Sobisch y su candidato a vice Jorge Asís.

El único capaz de hacerlo en la redacción era Mariano Bondiola, y de ahí el sacrificio de la Vieja. Hace unos días, finalmente Jorge y Marianito se juntaron. Asís llegó tarde.

“Tuve que sufrir un piquete insoportable, pero por suerte llevaba mi Magnum”, se excusó.

A Bondiola se le iluminaron los ojos. Se había encontrado con gente como él, gente común, preocupada por la inseguridad, luchando por el bienestar el prójimo, de la familia... Sí, fue un encuentro conmovedor. Marianito incluso sacó tres habanos y los repartió.

“Che, podemos hacernos un asadito un día de estos, ¿no?”, dijo en el borde de la emoción por haber recobrado la cordura. “Realmente pensé que estaba solo en este país de zurdos, pero encontrarme con ustedes me ha revitalizado, queridos amigos”, sentenció Bondiola mientras se tomaba un whiscacho.

Sobisch se peinó el bigote y dijo: “sí, hay gente que vale la pena. Nosotros estamos 100% preparados. No sabemos bien para qué, pero lo estamos. Es más, antes de venir nos depilamos la entrepierna para sentirnos más cómodos. ”

Y así, whisky va, whisky viene, se pasaron la noche entera recordando viejos tiempos, cuando los militares estaban en el poder, cuando los curas eran gente de bien, cuando el orden era impuesto a picana y submarinos. Conmovedor.

Ya en la cumbre del pedo, los tres se abrazaron emocionados y decidieron hacer un bien por la Patria: en un Ford Falcon blanco salieron a “matar negritos” por las villas. “Uuuuuuuuuuuuuuuuh”, gritaban, agitando las manos, revoleando la cabeza, “uuuuh, le pegué un corchazo en el corazón”. “¡Qué groso que sos! ¡Ahora dale en las patas a la bolita esa! ¡Dale, Jorgito, dale!”.

Se congratulaban mutuamente, en una imagen romántica, de la que un San Martín, un Sarmiento, un Videla, hubiese palidecido de envidia.

Y así pasaron toda la noche. "¡Uno menos, uno menos!", gritó Asís y cayó desmayado por la emoción.

La entrevista, claro, quedó en el olvido.